lunes, 3 de diciembre de 2007

Se acercan las bandas de rock & roll

Quiero rock -dije- pero del bueno, y entonces Rara puerta sacudió mis oídos. Quiero más, ahora que escasea -insistí, y Mirar floreció abruptamente, con la potencia necesaria para despertar mi percepción adormecida. Ahora no puedo quedarme así, con tan sólo una muestra -me quejé, y No me ves resonó en mí con la fuerza musical de un huracán y la delicadeza verbal de una brisa suave. El universo Vetamadre me abrió sus puertas, para que yo pudiera Veratravés.
Un torbellino de melodías derramadas sobre la imponente textura del rock más genuino: el sello característico de Vetamadre es afirmado y reafirmado en esta, la tercera producción de la banda. Las letras definitivamente poéticas evocan las vicisitudes de un sueño metafísico. Con la fuerza de una plegaria, la voz privilegiada de Julio Breshnev delinea los contornos de añoradas metamorfosis en seres alados capaces de surcar el aire, esa frágil materia en la que la música se plasma. En Vetamadre nada es superficial; ningún detalle, por mínimo que sea, queda librado a un azar inoportuno.
Veratravés representa no sólo la consolidación de uno de los grupos más pujantes del escenario under argentino, sino también, y sobre todo, el resurgimiento de un género devastado por los clichés del mercado musical. Vetamadre es sencillamente contundente: nada de rimas acartonadas ni de frases hechas -el infierno musical al alcance de la mano. Lo que acontece aquí es un nuevo despertar, una reconfiguración permanente de una mise-en-scène gratificantemente inolvidable.

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