jueves, 26 de marzo de 2009

Cabeza de radio

Ya está. Ya pasó. Ya se fue.


Cuando lo bueno es demasiado bueno deja en la boca gusto a poco. O en los oídos, como sea.
Lo que pasó la noche del 24 de marzo marcó un antes y un después en la monotonía absurda de mi cotidianeidad; para bien, en muchísimos sentidos, pero también para mal. Y es que mientras me alejaba del escenario entre una marea multicolor de remeras con estampas más que conocidas, no podía dejar de pensar que ese era mi lugar, ese, en el vórtice mismo de la música; no este, del otro lado de la pantalla. Ahí, en el volcán de acordes; no acá, entre el tedio insoportable de la vida académica, la degradación física del sedentarismo, la decadencia de un reaggeton entre cigarrillos y martinis. The panic, the vomit.
Sí, hay que reconocerlo. Tengo vocación de groupie.
Si pudiera tocar algo, aunque sea mínimamente, sin dudas que lo haría. Pero no puedo; intento y me frustro. Mi sensibilidad no llega tan lejos. Entonces me conformo con amar, con amar la música más que cualquier otra cosa en el mundo. Incluso -lo digo por lo bajo, casi como un susurro- incluso un poco más que a la poesía.
Eufórica. Estaba eufórica, tenía ganas de llorar, de gritar, pero me quedé quieta. Y escuché. Y lo que escuché fue el sonido de la perfección, el desconcierto, de la herida más profunda abierta hasta la exasperación. Y entonces exploté.
Me quemé por dentro y por fuera, salté canté, intenté fusionarme con la música. Me abrí en un abánico de emociones que no podía, todavía no puedo procesar; quise creer en la transformación por el instante. En el próximo ciclo del eterno retorno algo va a ser distinto, estoy segura.


All my lovers were there with me, all my past and futures.


Sí, todo estaba ahí, condensado en una sola promesa. Ahora que de a poco voy cayendo en la cuenta de lo que viví empiezo a darme cuenta. Acaso mi vida no sea tan mediocre, tan deliciosamente deplorable. Hoy caminaba por la calle, y mientras veía a la gente pasar no pude evitar pensar que soy una privilegiada. No por haber pagado una fortuna para experimentar algo más de dos horas de espasmos musicales; no por haber rozado al menos un momento la cumbre de la satisfacción. Soy una privilegiada, sí. Decidí, hace ya muchos años, abrirle de par en par a Radiohead las puertas de mi percepción. Y hoy más que nunca puedo decir que no estoy arrepentida.


Thank you everybody, good night.

3 comentarios:

Lautaro Huseby dijo...

1) no coincido con eso de que no tenes pasta de sensible, pues cantas muy lindo!... y te recuerdo que los cabeza de radio empezaron rasgueando tonos... pero a eso le sumaron mucho trabajo...

2) ninguna vida es mediocre

3) eso de cabeza de radio me suena :P

pd: que grande caro!! ojalá hubiese podido ir! despues nos tomamos unos mates y me contas una poca todo lo poco que puedas! :P

besposososos

Shine off dijo...

Hola. Llegué acá por el concurso del celular de Sony. Me gustó mucho tu reseña, especialmente la versión de este blog sin estar recortada por los absurdos 1000 caracteres que te dan en el concurso.
Saludos.

nanof dijo...

Se puede ver que realmente la pasaste bien...

Esparsiste toda tu emocion en el post..y eso esta bueno

Saludos.